En aquel tiempo se apareció Jesús a los Once y les dijo: Id por todo
el mundo y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y
sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará. Estas son las
señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán
demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus
manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos
sobre los enfermos y se pondrán bien.
Reflexión:
Nos encontramos en el monte de los olivos, en el mismo lugar donde
cuarenta días antes, Jesús era entregado por uno de sus discípulos y
donde todos los demás le abandonaron. Pero las cosas han cambiado y ya
no son los mismos apóstoles de antes, la Resurrección los ha cambiado.
Y Jesús se da cuenta de esto, por eso, les da una nueva misión:
predicar el evangelio a todos los hombres, suscitar la fe, transmitir
la salvación mediante el bautismo: he aquí la misión de los apóstoles
después de la Resurrección. Y nosotros católicos somos hoy en día esos
apóstoles resucitados.
Es verdad que en nuestras vidas hemos abandonado a Cristo muchas
veces, pero eso a Jesús no le importa. Él nos llama a predicar el
evangelio como volvió a llamar a los apóstoles y como un día llamó a
san Pablo, cuya conversión celebramos hoy. San Pablo persiguió a los
apóstoles y quería borrar el nombre de Jesús de Nazareth de la faz de
Israel. Pero Jesús resucitado le convierte de un perseguidor a un
precursor de la Buena Nueva y en un apóstol apasionado de este Cristo
a quien perseguía. Jesús nos manda a predicar el Evangelio y es el
primero que nos da ejemplo convirtiendo al más "temido" de todos los
judíos.
La conversión infundió en Saulo una fe que lo hace ser misionero
incansable; enciende en su alma un ardor de caridad que le obliga a
transmitir a los demás la verdad que ha encontrado; le da la fuerza
para ser tanto de palabra como de obra un ferviente testimonio del
evangelio. Ahora bien, ¿qué nos diferencia a nosotros de san Pablo?
Tenemos la misma fe, la misma caridad, la misma doctrina, el mismo
Dios... Pero nos falta su amor apasionado a Cristo, que le llevó a
considerar todo basura y estiércol comparado con Cristo.
Hoy es un día de conversión. No esperemos más, convirtámonos en esos
apóstoles resucitados y pidamos esa fe y ese amor que convirtió a san
Pablo para que nos convierta también a nosotros en luz y fuego en
medio de la oscuridad del mundo.
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